A más de seis meses de distancia de la aparición del virus que ha causado un impacto económico mundial es indispensable replantearse un sinfín de temas. Uno, el que nos ocupa especialmente día a día en la oficina, es cómo impacta la existencia del COVID 19 en el diseño de los espacios que habita el ser humano.

Quisiera hablar a manera de introducción de la tendencia del diseño de vivienda urbana que encontró el virus cuando apareció. China, su país de origen, es una de las naciones donde podrían existir más megaciudades en todo el mundo (áreas metropolitanas con más de 10 millones de habitantes), donde actualmente hay dos (GuangzhouShenzhen, (48 600 000 hab.) y Tokio-Yokohama, (39 800 000 hab.). Sin embargo, tienen un conjunto de áreas urbanas que ya se acercan a los 10 millones de habitantes, entre las que destacan: Pekín, Cantón-Foshan, Tianjin, Dongguan y la misma Wuhan, donde comenzó todo.

Como arquitectos, desde la escuela aprendemos que la filosofía oriental tiene un grado de sabiduría basado en culturas milenarias que han trascendido el tiempo y han generado un eco sobre las generaciones de diseñadores y constructores de países como Japón, Corea y la misma China. Recuerdo casos muy particulares como el de Kenzo Tange, arquitecto y urbanista japonés, que me voló la cabeza con sus propuestas de diseño pertenecientes al movimiento metabolista. Como edificio particular, la Torre cápsula de Nakagin (1972) un conjunto de usos mixtos pensado como un edificio donde las viviendas fueran cápsulas capaces de ser reemplazadas con el tiempo, unidas a una estructura portante principal. Si bien este edificio representa una sistematización de la ya pequeña vivienda japonesa, también profundiza en que la ciudad debe de estar abierta al cambio y la tecnología. Actualmente, la torre sigue en uso aunque no 100% enfocada en lo habitacional.

Sin embargo, además del evidente deterioro en fachada, la logística de reemplazo de las cápsulas de parte de los propietarios no ha sido llevada a cabo en el plazo de 20 años planteando originalmente por Tange. “El descontento de los propietarios de las viviendas del edificio ha ido creciendo debido a las reducidas dimensiones de su espacio vital, a la incomodidad de contar con una gran ventana circular sobre la cama y al vetusto mobiliario empotrado”. Según la revista ‘Esquire’, los vecinos estaban preocupados también por la alta presencia de asbesto en las paredes. En 2007 la mayoría de los residentes votó a favor de demoler el edificio.

Este punto me parece muy importante dado que esta opinión representa una crítica sobre el espacio construido al cabo del tiempo por los mismos inquilinos. En contraste a los puntos establecidos al movimiento moderno, donde las condiciones de higiene eran un factor indispensable en los espacios habitables, el metabolismo hace hincapié en la modificación de las estructuras como algo indispensable (que en el caso de la Torre cápsula, no fue posible). Ahora, no digo esto a manera de poner un movimiento por encima de otro, pero me parece oportuna la comparación dado que los principios de uno de ellos (el metabolista) sugieren inversiones futuras en los edificios que no siempre son factibles, por un sinfín de condiciones macroeconómicas. Supone, mientras que el movimiento moderno se asegura, por decirlo de una manera sencilla.

Pensando ahora en el contexto local, mi opinión sobre la ciudad vertical en Monterrey es que este apego del desarrollador a los espacios cada vez más pequeños ha llegado a su límite. El efecto COVID-19 va a agregar a la lista de requisitos mínimos indispensables de los espacios habitables (precio, ubicación, distribución) un factor de higiene/seguridad que antes no se tenía contemplado. Hasta ahora no es obligado el espacio de terraza en los departamentos. Y mucho menos el espacio ideal para el home-office. La vivienda vertical había ido adaptándose al mínimo indispensable con tal de ser un gran negocio, con el menor esfuerzo posible.

Desde nuestro quehacer, en el proyecto Haus santa lucía hicimos mucho esfuerzo por proponer áreas flexibles, bien iluminadas y ventiladas, con acceso a pasillos abiertos y amenidades con orientación a vientos dominantes y ciertas áreas asoleadas. ¿Parece básico? Pues, realmente sí lo es. Y quizás algo de eso necesitamos ahora como sociedad, regresar a lo básico. Lo básico del confort de estar unos minutos bajo un árbol, pero también sentir los rayos del sol en nuestro cuerpo un momento al día. Ojalá y en el futuro inmediato los compradores sean muy exigentes con el tipo de vivienda que están dispuestos a pagar. Eso podría desencadenar cambios en el diseño que nos ayuden a todos, como sociedad.

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